En mi caso, la maternidad
trajo consigo sin duda alguna y sin derecho a negarse, la conexión profunda con
mi propio cuerpo. Solo cuando sentí que
algo dentro mío era diferente, pude darme cuenta de lo desconectada que había
vivido conmigo misma, con mi ser interno y con mi ser físico. Solo cuando descubrí que yo llevaba otra vida
dentro de mí, descubrí que mi vida era tan importante como la que llevaba en mi
útero y más aún, descubrí que todo los esfuerzos que yo había hecho para
habitar el mundo allá afuera, no servían de mucho, pues lo que yo siempre había
necesitado era habitarme dentro, en armonía con quien yo verdaderamente era.
Entre los aspectos
importantes que descubrí fue que mi ciclo menstrual era perfecto, que siempre
había estado en mi cuerpo y al que yo nunca había dado tanta importancia, al
contrario había casi siempre despreciado. Siempre había intentado hacerse oír,
pero yo lo silenciaba. Esta vez la ausencia
de mi menstruación –esa tan temida ausencia otrora- había traído a mi vida una
felicidad que encandilaba. Mi
menstruación no llegó porque se volvió nido. Este hecho tan sencillo y simple
revestía en mí la culminación de un desconocido y acallado anhelo. Entonces entendí
su importancia en mi cuerpo y en mi vida.
En una sociedad por
excelencia masculina, donde los aspectos femeninos –sensibilidad, flexibilidad,
variabilidad, etc.- se prefieren ocultar, es normal que la mayoría de las
mujeres renegamos de nuestra condición menstrual. Normalmente es una “lata” estar “indispuesta”
y lo único que quieres es que aquellos 3 o 4 días pasen rápido, sin que se note
allá afuera ni que se entere nadie. Salir airosa de esos días impertinentes es
el único objetivo. Los días de
menstruación son un verdadero pesar. Con
esta actitud solo negamos nuestra identidad, contraemos el útero para que “no
se note nada” y empieza el dolor: el dolor físico, emocional, etc.
Desafortunadamente, las mujeres no hemos sido
educadas en conocernos a nosotras mismas, en conocer un aspecto femenino
primordial y que nos define como mujeres: nuestra capacidad básica de ser
madres y en general nuestra capacidad creadora. Estas capacidades nos la representa
nuestro ciclo menstrual. Este ciclo se
divide en cuatro fases: preovulatoria, ovulatoria, premenstrual y menstrual. Cada
una de estas fases trae consigo una serie de cambios corporales a nivel
hormonal y de diferentes actitudes emocionales y mentales. Estas actitudes son las que hoy en día nos
traen tantas molestias debido a nuestra nula comprensión y tajante negación de
lo que pasa en nuestro cuerpo. Nos han
enseñado a que ser mujeres, con todas sus irregularidades y cambios, es intolerable
e importuno y de ahí la lucha eterna de parecernos cada vez más a un hombre estrictamente
estable.
En este punto vuelvo y
rescato, si conocemos nuestro ciclo menstrual por fin nos entenderemos. Si dejamos de lado al fin la lucha por
esconder nuestra esencia femenina, entenderíamos por ejemplo, que este ciclo
menstrual es un reloj perfecto que nos permite ser actrices e interpretar
variados papeles en nuestra vida sin perder nuestra esencia. Podemos ser
creativas, podemos crear, podemos retraernos, podemos descansar. Tenemos todas esas posibilidades y más dentro
de nuestro ciclo en aproximadamente un mes. Y se nos abren tantas posibilidades
en nuestra vida entendiendo esto, dejamos de oponer resistencia, nos damos la
oportunidad de conocernos, crecer, expandirnos, gestar, retrotraernos y
renacer. Fluimos con la vida y dejamos de ver como una carga nuestro ser
esencial.
Ha llegado la hora de
poner fin a los tiempos en que la mujer vive escondiendo su estilo cambiante
tratando de parecer estable. Ha llegado la hora de aceptarse hermana de la luna
y comienza a ver con otros ojos como cambia a lo largo de su ciclo y disfruta
con intensidad su luna nueva, su luna creciente, su plenilunio, su luna menguante. Ha llegado la hora de poner fin a las
enseñanzas culturales que amargamente nos enseñaron a ver nuestra menstruación –fase
patente de nuestro ciclo menstrual- con
asco, pudor y vergüenza. Ha llegado la hora de reconectar con nuestros ciclos que nos muestran el camino hacia el desarrollo
de una nueva femineidad consciente. Atenderlos
es entrar definitivamente en nuestro cuerpo y habitarlo con gozo. Tomemos consciencia de ello.
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