Sí,
en mi casa todos dormimos en la misma cama: papá, mamá y dos niños. Y dormimos de lo más bien y a pata suelta,
como se dice. Para el bebé tenemos una
cuna adosada a la cama, la cual a veces ocupa, otras no y otras nos sirve para contener
ropa, juguetes, libros, etc. Y cuando
papá está muy cansado o trabaja hasta tarde ocupa la cama de Manuel que tenemos
en la habitación contigua. Pero en
general todos dormimos en la misma cama, y dormimos bien, y creo que es una de
las mejores cosas que nos ha pasado como familia.
Eso
sí, no todas las noches son iguales.
Mis
dos hijos me han enseñado que a veces el sueño o la regulación del mismo, no es
cosa fácil. Es decir, no es cosa fácil para
nosotros a los adultos entender el sueño de los bebés ya que tenemos rutinas de
sueños establecidas y estructuradas, y cuando nos enfrentamos a ciclos de sueño
de un bebé acostumbrándose a su nueva vida nos puede causar mucha frustración y
muchas veces aprendemos o tenemos que entender a la fuerza que el sueño no se
controla.
En
mi caso, mi hijo mayor me enseñó a que a veces uno puede pasar una noche
completa sin dormir, y que finalmente uno no se muere. Manuel lloró mucho por las noches frente a
unos padres primerizos que se angustiaban a morir y no sabían qué hacer. Muchas veces recibimos consejos diciendo que
dejarlo llorar era bueno para sus pulmones, o que era bueno que aprendiera a
dormir solito para que se hiciera independiente, o que no debería manipularnos
con su llanto por las noches. Jamás pudimos
dejarlo llorar solo en su cuna (la que luego solo sirvió para juntar ropa,
juguetes, etc.). Así que por las noches yo le daba teta todo lo que quisiera y
así aprovechábamos de tranquilizarnos y dormir los dos, o bien papá lo paseaba,
o bien ambos le cantábamos. Siempre en
nuestra cama. Esa fue nuestra forma de acompañar a Manuel en su proceso a la
hora de dormir: brazos, contención, canto, lactancia, calor de nido. Así aprendimos a que las noches con los bebés
son todas distintas. Finalmente llegó un
día en el que durmió toda la noche, y luego llegó otro día que quiso dormir
solo en su cama.
Cuando
llegó Gabriel se inició una nueva etapa de aprendizaje: él dormía siempre
cuatro horas seguidas por la noche.
Nosotros padres roncábamos de felicidad con estas cuatro horas
totalmente reparadoras. Así que
dormíamos a pata suelta, Gabriel en la cuna adosada a nuestra cama, nosotros en
ésta y Manuel en su cama. Sin embargo, pronto
notamos que Manuel empezó a sentirse extraño en la pieza contigua. Claro, la
llegada de su hermano hizo de nuestra pieza un nuevo nido, y por supuesto, él
no quiso quedar fuera. Así que nuestra
cama lo recibió de vuelta con las sábanas abiertas, y dormimos los cuatro a
pata suelta. Cuando Gabriel despertaba, tomaba
teta y seguíamos todos durmiendo sin problema.
Eso
sí, no todas las noches fueron iguales.
Hoy
Gabriel, ya más grande, cambió sus ciclos de sueño. Hay noches en las que despierta a las 12 pm
con toda la energía y juega fácil hasta las 4 am. Nuestra estrategia ha sido jugar con él,
pasearlo en brazos, cantarle, darle teta, pues como puedes obligar a dormir a
un niño que claramente no tiene sueño? Entonces esperamos a que llegue el sueño
y ahí sí, dormimos nuevamente todos. Bueno, Manuel duerme ya toda la noche, así
que muchas veces nos trasladamos con Gabriel a la otra pieza para no molestarlo,
o bien dejo que Manuel y papá duerman, pues papá tiene que salir a trabajar al
otro día. Como digo, no todas las noches son iguales, pero siempre se busca la
forma de obtener un sueño reparador para toda la familia, y se logra.
En
esta casa, nosotros los padres hemos decidido acompañar a nuestros hijos en sus
procesos madurativos como lo es en este caso el sueño, de una forma respetuosa,
cariñosa, ofreciendo siempre nuestro cuerpo y calor para darles la contención y
seguridad que necesitan. Me alegra mucho
no separarnos por las noches ni siquiera unos metros, me gusta mucho que ellos
sientan que están siendo cuidados y protegidos desde cerca y que eso los
tranquilice y les ayude a dormir sin miedo y sin lágrimas. No entiendo por qué hay muchas personas que
divulguen que lo mejor es la separación de la familia a la hora de dormir. De
hecho nunca he visto que una pajarita haga nidos en otras ramas para que ahí
duerman sus crías, o que una coneja haga madrigueras distintas para ir poniendo
ahí a sus conejitos. Todo lo contrario, en el nido duermen todos juntos y en la
madriguera también duermen las crías y su madre juntas. Los seres humanos no somos máquinas, somos
mamíferos y por las noches necesitamos dormir acompañados, acurrucarnos, sentirnos
seguros y protegidos para obtener un sueño reparador.
En
mi casa todos dormimos juntos y no todas las noches son iguales. Y si alguien
tiene miedo a la oscuridad, nos abrazamos; si alguien tiene frío se le tapa; si
alguien tiene hambre come. Y si alguien no tiene sueño, se le acompaña.
Y
ya sé que muchos se preguntan y muchas veces se preocupan por el tema de la “intimidad”
de la pareja. Y en eso soy bien tajante:
no creo que la vida sexual de una pareja pase por dormir o no solos en una cama
y tampoco creo que el bienestar de la pareja pase por tener o no relaciones
sexuales. Siento que la sexualidad humana no se reduce al coito simplemente. La sexualidad y la intimidad es bastante más
amplia, y el bienestar de una pareja también se fortalece cuando se amplía a
vivir otros parajes que trae la vida familiar y la vida con hijos. La visión de que solo el sexo une
necesariamente a la pareja o que sin él la pareja se desarma, es ver la vida
desde una perspectiva demasiado pobre y simple para mi gusto. La vida en pareja
claramente tiene más aristas enriquecedoras. El placer de sentir la protección
y el cariño se vive en pareja, y para ello hay que tener la conciencia y la
madurez acerca de las etapas que nos toca vivir.
Y claro,
no todas las noches tienen por que ser siempre iguales.