miércoles, 21 de noviembre de 2012

La Lactancia y el Bienestar


“Cuanto más estresante y fragmentado se torna nuestro mundo moderno, más nos damos cuenta de  nuestra necesidad de calma y contacto.  Este anhelo se refleja en el cuestionamiento acerca de nuestro agitado modo de vida, así como en una consciente búsqueda de las vías hacia la serenidad y las relaciones personales armoniosas”
Kerstin Uvnäs




Ilustracion de Soledad (Afra) Martínez

Si intento definir lo que entiendo por bienestar, viene a mí una sencilla sensación de respiración pausada, un sentimiento de vida holgada y abastecida de todas aquellas vivencias que me conducen a pasarlo bien y estar en tranquilidad, paz y armonía.  Me percato simplemente de que respiro profundo, lento y que con ello me siento plena y feliz, una sensación que recuerdo se posó en mi vida un día cualquiera cuando me observé y vi que tenía un bebé en mi pecho.

Las mujeres de hoy,  en la cotidianidad de nuestros días, estamos más emparentadas con los ajetreos externos que nos impone un mundo exitista y competitivo, que con la calma y el reposo que vivimos ansiando y jamás alcanzando.  Nuestras metas desde pequeñas se enganchan al desarrollo intelectual y más tarde al desarrollo profesional. Todo en orden de obtener más libertad económica y por ende personal, todo en orden de cumplir con los retos que la vida nos impone como sujetos de una sociedad que busca el bienestar en el dinero, en la acumulación de bienes materiales o brillando para otros mediante logros profesionales.

No es casualidad que con mayor frecuencia posterguemos la maternidad en busca de acumular este tipo de experiencias externas, y con el único objetivo de demostrarnos a nosotras mismas y al resto que podemos lograr un sinfín de metas.  Del mismo modo,  podemos jactarnos que le doblamos la mano a nuestro destino al controlar nuestra capacidad de dar vida interviniendo  nuestro cuerpo gracias a una refinada evolución en la industria farmacéutica y tecnológica. Hemos conseguido el bienestar que creemos es nuestro objetivo sentir, un bienestar material y un bienestar de “control” de nuestro cuerpo y nuestros ciclos biológicos.

Sin embargo, la esencia natural que aún poseemos en nuestro interior logra hacerse presente.  ¡Bendita sea ella! Un día llega a nuestra vida y a nuestros brazos un pequeño ser que creció en nuestro vientre nueve meses.  Dejamos de controlar todo y nos damos cuenta que hay cosas que no se pueden controlar, y que ciertas comodidades que poseemos no sirven del todo en ciertos momentos de la vida.

Me recuerdo sentada en la cama con mis pechos desnudos, mirando la cara de mi bebe, en un estado de contemplación altísima que cualquier maestro espiritual desearía. Todo detenido en una sola mirada, en una sola respiración, la cual transcurre al unísono de las pequeñas inspiraciones de ese ser que retoza en tus brazos y en tu regazo.  Una sensación de calma, de quietud, de sentir como la vida simplemente sucede en ese minuto.  La confianza, el optimismo, poco a poco ahuyentan la agresividad de aquel bullicio de la calle allá afuera.  Comienza a abrirse un mundo lleno de magia y de dicha en el interior de una,  se abre una puerta hacia el estado de la sanación.  Tus pechos rebozan en leche y tu alma reboza en felicidad.  Tu mente se ha detenido, en un intenso momento de neutralidad, en el que la nutrición recíproca ocurre a manera de un feliz milagro.

Una parte tuya, desconocida en tu existencia hasta ese momento, hace su aparecimiento.   A veces no es fácil asimilar esta nueva faceta, tu animal agresivo y acostumbrado al ataque allá en la selva de cemento, se desconcierta, se agita y aúlla buscando la totalidad de su territorio en tu cuerpo.  Y tú prefieres sin dudar al hada lenta, sencilla y calma que ahora te posee.  Esa hada de leche que lleva hacia tus pechos el elixir de la sanación.  Bulle muchas veces el miedo ante esta dualidad y quieres huir, pues el proceso curativo inicia una limpieza y aparecen tus dolores internos, aquellos recuerdos escondidos en los recovecos de tu cuerpo.  Y aún así, quieres que esa hada se quede, pues ella alimenta a tu hijo y te nutre a ti sin duda. Lo sientes. El néctar de la lactancia ahuyenta el miedo y aceptas el reto de remover lo que internamente y emocionalmente ya no te sirve.

Amamantas. Tu cuerpo inicia una fase de crecimiento y sanación.  El proceso de nutrir a tu hijo involucra una entrega mutua y desinteresada de energía para ambos.  Cuando tu cuerpo y la mente están en calma, es posible abrir la puerta hacia nuestros recursos internos y desplegar aun más la creatividad generosa que inició su invasión hace ya unos meses atrás durante la concepción.  La habilidad del ser humano para aprender, comprender, resolver o enfrentar problemas es mayor cuando estamos bajo los efectos de la calma y la quietud.

Tu hijo a su vez, inicia su vida en el territorio de la calma.  Su único deseo es estar siempre junto a su madre tal como lo hizo durante nueve meses internamente.  Sus necesidades básicas son estar al calor de su madre y bebiendo el único alimento que amamanta además a su emocionalidad, su autoestima, su ser interior. Acurrucado en la teta de su madre, es donde el obtiene esta calma, esta magia que respeta sus procesos y le otorga la plenitud de protección que necesita.

La lactancia es portadora de este elixir mágico de bienestar mutuo.  El estado que te entrega el pequeño gran acto de amamantar es una luz de paz que se instaura en tu ser y en el de tu hijo. Los obstáculos para alcanzar esa luz, bien pueden ser derribados, sólo está en que te decidas, te escuches y te entregues a tu naturaleza.  Te lo aseguro, estarás alcanzando tu más alta cima, la contemplación y trascendencia máxima, estás alcanzando el bienestar que tanto tiempo has deseado.


4 comentarios:

  1. Que hermoso relato, muchas gracias por compartir tu bella experiencia. Yo también estoy amamantando, mi segundo hijo, y no he conseguido sentir nada más elevado y maravilloso, que estar conectada con mi hijo en el momento de amamantarlo, es un regalo que nos da la madre naturaleza, y me siento honrada de ser mujer y madre. Un gran abrazo.

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    1. Querida Lorena, si nos lo permitimos, podemos sentir la plenitud misma!! Incluso, si no hemos podido amamantar!! Hay una conexión única con nuestro hijo, si la hacemos consciente, cualquier acto que hagamos para el, nos hará sentir llenas de felicidad!! Mil gracias por tu visita!

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  2. Escribes con el instinto de madre a flor de piel. Sigo muchos blogs de maternidad, pero este sin duda es mi favorito. Cuando te leo, es como si escribieras justo lo que yo siento. Tengo cinco hijos y no puedo sentirme mas afortunada. He escuchado mi cuerpo y mi instinto para que me dirijan en la crianza de mis hijos, y jamas cambiaria la maternidad por hacer otra cosa en mi vida. Ser madre me ha transformado, es el unico titulo que me interesa alcanzar en la vida, y sin duda el mas alto. Gracias por compartir tu sensibilidad y lograr que nos conectemos todas en un solo sentimiento. Un abrazo. :)

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    1. Muchas gracias Pelusitas!! El sentimiento materno es solo uno, es el que nos une gracias a nuestra madre tierra!! Un abrazo para ti!!

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