viernes, 13 de julio de 2012

La Lactancia y el cálculo




La lactancia es la vida misma. La leche materna es la savia que nos alimenta a todos los seres humanos desde que llegamos a este mundo.  La lactancia es la magia que llevamos todas las mujeres dentro. Amamantar es el acto que involucra más amor, del más puro, porque la leche materna es puro amor que destila por nuestros pechos. 

En los tiempos que vivimos, en el descontrol y la violencia que inundan los diarios, las noticias, y cualquier otro medio, estamos todos los actores de esta sociedad obligados solamente a ocupar nuestro lado izquierdo del cerebro.  Aquél lado es el que nos lleva por las senda masculina, el lado yang. Desde esta zona estamos obligados a observar la realidad desde una forma analítica, matemática, calculándolo todo: el dinero, el tiempo, los procesos, cuadriculando y controlándolo todo .  Nuestro lado derecho descansa, porque en el mundo actual,  lo intuitivo, lo emocional, lo creativo no sirve,  no existe.  Y si osas tener un atisbo de funcionamiento de tu lado más “ying” eres cruelmente castigado.  Lo digo por experiencia propia.

Cuando quedamos embarazadas, y lo hacemos la mayoría de las veces porque nuestro lado ying está queriendo hacer patente su existencia, pues el embarazo es pura creatividad, caemos en shock.  Pensamos inmediatamente en el dinero que involucrará, en los cambios en tu casa, en la licencia que tendrás que tomar obligada en tu trabajo (aquí en Chile la licencia pre y post natal es irrenunciable gracias a Dios).  Una vez más aparece tu lado yang tratando de controlar tu vida.  Y así te pasa un buen rato hasta que te das cuenta de lo que está ocurriendo en ti.  Esa energía tan hermosa que te recorre poco a poco, si se lo permites, comienza a reconectarte con tu lado instintivo, con tu lado ying.  Esa otra parte que te compone maravillosamente y que casi siempre está relegada en el patio trasero, hace su aparición y una felicidad inexplicable comienza a invadirte.

Algo parecido ocurre cuando nace el bebé.  El lado yang potente, el que rige a diestra y siniestra nuestra sociedad, también intenta controlarte y quiere aplastarte.  Comienzas a pensar en todo lo que tienes que “cumplir”, el dinero, el trabajo, los cálculos, los controles, que el cambiar hacia tu lado más instintivo, más interno, más sensible se vuelve algo caótico.  Tienes a tu cría en brazos, te la han puesto en el pecho bruscamente, nunca has mirado tus pechos haciendo lo que tienen que hacer en este momento.  Vienen a ti solo imágenes de los pechos perfectos de las mujeres en los spot publicitarios.  Tu madre, tu tía ya ni recuerdan cuando lactaron a sus hijos, si es que lo hicieron, así que no te pueden ayudar esta vez. Tus primas y amigas que dieron teta viven lejos y por teléfono es difícil explicar como se engancha al pecho un bebé. 

Entonces comienza el dolor, el dolor de los pezones, el dolor de la bajada de la leche, el dolor de tu alma que no conoce aquel paraje de tu existencia, el dolor de querer escaparte en el metro y entrar a tu vida antigua, el dolor de no “saber” como debes cuidar a tu cría, pues cerebralmente sólo sabes calcular, y ahora caes en cuenta en tu fuero más interno que un ser humano no puede ser calculado.

Y luego el pediatra saca una calculadora, calcula el peso de tu bebé, calcula cuantos días tiene, y calcula, según unos cálculos de grandes calculadores en el mundo, y te dice así sin más ni más que tu bebé no esta subiendo de peso. Y luego calcula cuanta leche en fórmula o leche de otra especie debes darle a tu bebé, y te pasan una mamadera con medidas para que calcules.  Este cálculo y zarpazo es casi mortal para tu aura.  Y ahí encuentras dos opciones. O te desmoronas por dentro, te anestesias, le crees a aquel calculador que tu leche no “engorda” a tu hijo y le quitas la leche a un ternero para dársela a tu hijo, o comienzas una lucha encarnizada para seguir amamantándolo, para redescubrirte y amamantarte a ti misma.  Eliges en definitiva o tu lado izquierdo o tu lado derecho. Si escoges el segundo, todo lo que te rodea te sigue saboteando, así de triste.

Este mundo obcecadamente intenta que te vayas por el consumismo, así compras tarros, mamaderas, chupetes. Compras.  Nadie quiere que sepas que tus pechos están diseñados para crear toda la leche que tu bebé necesita, tu leche es producto de toda una historia en evolución humana que ha creado aquél elixir mágico para alimentar, no solo fisiológicamente a tu bebé, si no también alimentarlo emocionalmente y alimentarte a ti. Eso no vende y no hay ganancia monetaria para nadie.

Sin embargo, seguir luchando por amamantar es ganar todas las guerras. Digan lo que digan, tú escuchas tu instinto, superas el dolor, el miedo, te superas a ti misma y te haces más fuerte frente a todo, y eso por el amor que sientes por tu hijo. Creces.  La cantidad de amor que brota cuando amamantas es un despliegue universal de energía bendita, que te bendice a ti, bendice a tu bebé.  La oxitocina que brota a nivel hormonal, es el elixir que te sana, te hace feliz, y sana y hace feliz a tu bebé.

 El tema de si engorda o no tu bebé es un cálculo que está en los protocolos pediátricos, que si bien hay que escucharlos de una forma responsable por supuesto, también es necesario siempre el buscar ayuda de otro tipo. Muchas veces los pediatras que recomiendan relleno ni siquiera se detuvieron a mirarte.  Buscar ayuda en los grupos de lactancia, buscar pediatras pro lactancia, buscar ayuda en una doula o una asesora de lactancia.  Cuando hay problemas en el establecimiento de la lactancia casi siempre es un problema integral, es decir es de la díada mamá-bebé, y la mayoría de los médicos lo que hacen es fracturar esa delicada estructura que tienen enfrente, y observan solo al bebé o solamente a la madre, menospreciando la integridad de ambos y literalmente fracturándote por dentro. 

En nuestros pechos hay tanta leche y tanto Amor como nuestros hijos necesitan.

A continuación les dejo un maravilloso texto de Laura Gutman, Psicoterapeuta Familiar argentina, que a mi manera de ver las cosas es preciso, conciso e inspirador.  Es un texto que me habría gustado leer cuando aprendí a dar de mamar.

LA LACTANCIA SALVAJE

La mayoría de las madres que consultamos por dificultades en la lactancia estamos preocupadas por saber cómo hacer las cosas correctamente, en lugar de buscar el silencio interior, las raíces profundas, los vestigios de femineidad y apoyo efectivo por parte de los individuos o las comunidades que favorezcan el encuentro con su esencia personal.

La lactancia es manifestación pura de nuestros aspectos más terrenales y salvajes que responden a la memoria filogenética de nuestra especie. Para dar de mamar sólo necesitamos pasar casi todo el tiempo desnudas, sin largar a nuestra cría, inmersas en un tiempo fuera del tiempo, sin intelecto ni elaboración de pensamientos, sin necesidad de defenderse de nada ni de nadie, sino solamente sumergidas en un espacio imaginario e invisible para los demás.

Eso es dar de mamar. Es dejar aflorar nuestros rincones ancestralmente olvidados o negados, nuestros instintos animales que surgen sin imaginar que anidaban en nuestro interior. Es dejarse llevar por la sorpresa de vernos lamer a nuestros bebés, de oler la frescura de su sangre, de chorrear entre un cuerpo y otro, de convertirse en cuerpo y fluidos danzantes.

Dar de mamar es despojarse de las mentiras que nos hemos contado toda la vida sobre quienes somos o quienes deberíamos ser. Es estar desprolijas, poderosas, hambrientas, como lobas, como leonas, como tigresas, como canguras, como gatas. Muy relacionadas con las mamíferas de otras especies en su total apego hacia la cría, descuidando al resto de la comunidad, pero milimétricamente atentas a las necesidades del recién nacido.
Deleitadas con el milagro, tratando de reconocer que fuimos nosotras las que lo hicimos posible, y rencontrándonos con lo que haya de sublime. Es una experiencia mística si nos permitimos que así sea.

Esto es todo lo que necesitamos para poder dar de mamar a un hijo. Ni métodos, ni horarios, ni consejos, ni relojes, ni cursos. Pero sí apoyo, contención y confianza  de otros (marido, red de mujeres, sociedad, ámbito social) para ser sí misma más que nunca. Sólo permiso para ser lo que queremos, hacer lo que queremos, y dejarse llevar por la locura de lo salvaje.

Esto es posible si se comprende que la psicología femenina incluye este profundo arraigo a la madre-tierra, que el ser una con la naturaleza es intrínseco al ser esencial de la mujer, y que si este aspecto no se pone de manifiesto, la lactancia simplemente no fluye. No somos tan diferentes a los ríos, a los volcanes, a los bosques. Sólo es necesario preservarlos de los ataques.

Las mujeres que deseamos amamantar tenemos el desafío de no alejarnos desmedidamente de nuestros instintos salvajes. Lamentablemente solemos razonar y leer libros de puericultura, y de esta manera perdemos el eje entre tantos consejos supuestamente “profesionales”.

La insistencia social y en algunos casos las sugerencias médicas y psicológicas que insisten en que las madres nos separemos de los bebés, desactiva la animalidad de la lactancia. Posiblemente la situación que más depreda y devasta la confianza que las madres tenemos en nuestros propios recursos internos, es esta creencia de que los bebés se van a malacostrumbrar si pasan demasiado tiempo en nuestros brazos. La separación física a la que nos sometemos como díada entorpece la fluidez de la lactancia. Los bebés occidentales duermen en los moisés o en los cochecitos o en sus cunas demasiadas horas. Esta conducta sencillamente atenta contra la lactancia. Porque dar de mamar es una actividad corporal y energética constante. Es como un río que no puede parar de fluir:  si lo bloqueamos, desvía su caudal.

Contrariamente a lo que se supone, los bebés deberían ser cargados por sus madres todo el tiempo, incluso y sobre todo cuando duermen. Porque se alimentan también de calor, brazos, ternura, contacto corporal, olor, ritmo cardíaco, transpiración  y perfume. La leche fluye si el cuerpo está permanentemente disponible. La lactancia no es un tema aparte. O estamos madre y bebé compenetrados, fusionados y entremezclados, o no lo estamos. Por eso, dar de mamar equivale a tener al bebé a upa, todo el tiempo que sea posible. No hay motivos para separar al bebé de nuestro cuerpo, salvo para cumplir con poquísimas necesidades personales. La lactancia es cuerpo, es silencio, es conexión con el submundo invisible, es fusión emocional, es entrega.

Dar de mamar es posible si dejamos de atender las reglas, los horarios, las indicaciones lógicas y si estamos dispuestas a sumergirnos en este tiempo sin tiempo ni formas ni bordes.  También si nos despojamos de tantas sillitas, cochecitos y mueblería infantil, ya que un pañuelo atado a nuestro cuerpo es suficiente para ayudar a los brazos y las espaldas cansadas. Incluso si trabajamos, incluso si hay horas durante el día en que no tenemos la opción de permanecer con nuestros bebés, tenemos la posibilidad de cargarlos en brazos todo el tiempo que estemos en contacto con ellos.

Es verdad que hay que volverse un poco loca para maternar. Esa locura nos habilita para entrar en contacto con los aspectos más genuinos, inabordables, despojados, salvajes, impresentables, sangrantes de nuestro ser femenino. Así las cosas, que nos acompañe quien quiera y quien sea capaz de no asustarse de la potencia animal que ruge desde nuestras entrañas.
Laura Gutman

Tomemos conciencia.

5 comentarios:

  1. Muy bonita tu publicación, son cosas que hay que tener en cuenta para no dejarmos llevar por el lado del consumismo ni las presiones sociales.

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    1. Amiga mía! Es importante siempre estar informada, o por lo menos contrastar informaciòn interna con la externa, y así no sentirse tan sola que a veces suele pasar. La lactancia es maravillosa, nunca está demás saber algo más de ella. Un abrazo!

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  2. Gracias por tus aportes, me encantó tu blog. La verdad es que, en mi caso, la maternidad vino a abrir puertas que tenía cerradas desde hace mucho, reactivó mi creatividad, derribó muchísimos miedos y me ayudó a superar barreras y trancas. Todo de forma natura, sin que me lo propusiera. Me costó quedarme embarazada porque estaba sumida en una vorágine de "exito profesional" y carreras varias de la vida moderna, pero fue la mejor decisión que pude tomar. Siento que el cambio de prioridades que trajo mi hijo, me trajo hacia la vida más conciente que tengo hoy. Mi pequeño maestro tiene hoy 3 años y medio y se parece harto al tuyo. Sigue escribiendo!!!!

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    1. Bella Araceli, he leido los dos comentarios que me has dejado, además de tu post, y en algún momento pensé que iba a estallar en llanto! pues los caminos te muestran pequeñas señales tan bellas como las que tu me entregas. La maternidad es algo tan maravilloso que a veces pienso que porqué no fui mamá antes! y porqué desperdicié tiempo precioso de mi vida en búsqueda de "otras cosas" Pero la bendición que nos entregan los hijos es una fuerza tan poderosa, que sana todo. Esa energía es el Amor. Y a leer tus palabras poderosas sentí de nuevo que el amor recorre a todos los seres de este mundo, y que somos tantas y tantos queriendo que este sea un mundo mejor gracias al amor que nos enseñan aquellos grandes pequeños maestros. Demás está decirte las mil gracias que te doy por el apoyo y tus palabras amorosas. Por que seguimos creciendo todas las mamás juntas es que nos encontramos en estas sendas....Te dejo un abrazo inmenso y lleno de luz...

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    2. Gracias, valoro muchísimo ese abrazo y la amorosa sensación de unión que me has transmitido.
      En momentos como estos, cobra sentido nuevo el concepto de "sincronía" y el que "no existen las casualidades" sólo las "coincidencias significativas" (tenía razón el viejo Jung).

      Gracias nuevamente y desde acá te envío toda mi fuerza y luz, para animarte a continuar con tu blog.

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