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viernes, 7 de septiembre de 2012

Ser papá Ser conciencia



El emperador es el más grande de todos los pingüinos: un ejemplar medio mide unos 115 centímetros. Estas aves, incapaces de volar, viven en los hielos antárticos y en las gélidas aguas que los rodean. (…)
Los pingüinos emperador pasan el largo invierno en pleno hielo, e incluso crían durante esta estación inclemente. Las hembras ponen un único huevo que abandonan enseguida para emprender una larga expedición de caza que se prolongará ni más ni menos que durante dos meses. Dependiendo de la extensión de la plataforma de hielo, tendrán que viajar alrededor de 80 kilómetros para llegar al mar abierto, donde se alimentarán de peces, calamares y krill.(…)
Mientras la hembra está ausente, los machos mantienen calientes los huevos recién puestos, pero no sentándose encima de ellos para protegerlos de los elementos, como otras aves, sino manteniéndolos en equilibrio sobre sus patas y cubriéndolos con su piel emplumada, hasta formar un marsupio. Durante los dos meses que dura esta labor de canguro, los machos no comen nada y quedan a merced de los elementos antárticos.
Cuando las hembras regresan, traen el estómago lleno de comida, que regurgitan para alimentar al los polluelos recién nacidos. Mientras tanto, los emperadores machos, una vez cumplida su tarea, emprenden viaje hacia el mar en busca de alimento, mientras las  madres toman el turno para cuidar  de los polluelos y les dan cobijo con el calor de su propio marsupio. (…) *

 

Ya algún papá por ahí me preguntó que por qué ellos no salen muy nombrados en este blog, y no tuve mas remedio que contestarle algo que no me había planteado aún. La verdad es que escribo este blog desde mi punto de mamá, casi por instinto, y desde que la maternidad me tocó no pienso en otra cosa. Siempre he considerado al padre de mis hijos como un buen compañero, un apoyo incondicional, un buen padre, sin embargo, jamás me había cuestionado en este caso acerca del instinto paterno, y cuales son sus mecanismos, los mismos que sin duda presencio día a día.

Después de meditar acerca de la paternidad y el crecimiento personal que tengo la convicción pueden obtener también los hombres después de tener hijos, me convencí completamente de que acerca de paternidad solamente puede escribir un padre.  Sin embargo, creo que sería un buen ejercicio para una madre el tomar conciencia acerca de los procesos que vive su compañero, porque imagino deben de ser tan inmensos y variados como los de nosotras.  Quizás muchas veces el poder entender concientemente a aquellos que nos acompañan de cerca o de lejos en nuestra maternidad, también enriquece nuestro crecimiento y el de nuestros hijos.

Antes que nada, al hablar de paternidad, no puedo olvidar dos fotos que tengo guardadas en mi memoria y de paso en una cámara.  Ambas fotos contienen las escenas más bellas que puedo recordar dentro de la vorágine que fueron los nacimientos de mis dos hijos: su padre cargándolos por primera vez.  Aquellas escenas guardan para mí la esencia de cómo cambió mi compañero, de cómo cambió su vida cuando tuvo a sus hijos en brazos, de cómo su mirada se llenó de un amor distinto, de una fuerza y ternura distinta, una nueva magia. Para mi son las escenas-cimientos que expresan toda la ternura y las bocanadas de amor que comenzaron a materializar lo que es hoy mi familia.

Así que creo que puedo hablar desde aquí, desde mi experiencia obviamente.  Como ya dije, se me vuelve muy complicado hablar de este tema siendo yo una madre empedernida y minuciosa, sin embargo, presiento que al volvernos padres, hombres y mujeres no vamos por sendas tan separadas cuando tomamos las manos de nuestros hijos, si no que caminamos por el mismo sendero.  Simplemente, cada uno va en un extremo y en el medio van los niños. La maternidad y la paternidad son partes de una misma esfera pero con la mirada desde distintos puntos.

Sin duda, creo que los padres viven las mismas angustias y dichas que nosotras a la hora de convertirse en padres.  Dentro del sistema patriarcal en el que vivimos, en el cual todas las cosas están hechas para y por hombres, también existen terrenos agrestes y muy exigentes para ellos.  De partida, a la hora de vivir los afectos o las emociones más sublimes que despierta la paternidad también se presentan escollos.  Recuerdo los relatos que me contaba el padre de mi hijo durante los partos, y si a una la infantilizan cuando va a parir en cualquier clínica, el trato hacia los padres es aún más descalificatorio. También podemos nombrar el momento tenso que se vive al interior de un hogar cuando la madre debe salir a trabajar y separarse del bebé. Imagino que los padres también pasan por momentos de angustia y de tensión.  Las vicisitudes que atravesamos las madres cada día, son las mismas que viven los padres.

Es importante nombrar la paternidad una vez que el bebé nace, o sea el inicio simbólico de la paternidad. (Una ya vive un encuentro íntimo con la maternidad durante nueve meses). El aparecimiento del famoso puerperio que vive su mujer y tener un nuevo integrante en la familia es por decirlo menos una experiencia rara.  Debe ser bien extraño ver como ella se transforma durante el embarazo y especialmente durante el parto, donde despliega una fuerza que nunca antes has visto.  Luego tu mujer, tu compañera, se parte literal y figuradamente en dos y entra en una esfera de su psiquis que tampoco ella conoce bien.  Esta sí que es una nueva faceta de tu mujer.  Si para una es difícil entender qué nos ocurre en el puerperio, imagino lo complejo que debe ser para un hombre entender porqué le cambiaron a la mujer-compañera.  Entender por ejemplo, que ahora se prueba su fortaleza emocional, que es necesario sostener, apoyar y defender, y aceptar de una forma muy empática que muchas veces tendrá que dejar de pensar en sí mismo para preocuparse por una díada importante en la familia: “mamáybebé”.

Y aquí solo empieza la gran avalancha de transformaciones y de crecimiento: el cambio de identidad también toca a los hombres, ahora son ‘padres’ y ellos lo sienten a ciencia cierta (quizás) cuando los bebés están en sus brazos.  Entender que la vida de pareja se termina como una faceta más en la vida de un ser humano, y comprender que ahora comienza la vida de familia tampoco es un hecho de fácil digestión. Me gusta lo que dice el pediatra español Carlos González: Cuando tienes un hijo no falta el que te dice ‘eh, no se olviden que tienen que seguir haciendo vida de pareja’, siendo que cuando uno se casa jamás le dicen ‘eh, no te olvides que tienes que seguir haciendo vida de soltero’. Cuando uno se casa jamás vuelve a ser soltero, a lo más volvería a divorciado o separado, pero jamás a ser soltero o no? Cuando uno se convierte en padre o madre tu vida jamás vuelve a ser como antes.

Y así, nuestros hombres, al igual que nosotras, deben entender tantas aristas que abarcan la bella e intensa estancia de ser padres.  Creo que no terminaría nunca esta entrada tratando de explicarlas o de enumerarlas, son tantos los cambios! Sin duda considero que los padres deben hacer esfuerzos iguales que nosotras, ofrecerse sin tapujos a la flexibilidad y maleabilidad que esta vida parental nos ofrece y que el mundo trata siempre de robarnos y estructurar a su antojo. 

De todos modos no está demás decir que los apoyos que necesitamos las madre son inacabables y de toda índole (y este puede parecer un aviso).  Pienso que habrá muchos padres que se desviven por entender, contener e inventar esos apoyos. Recuerdo como se dieron en mi caso: los paseos interminables con el bebé en brazos que llora, la paciencia de acero cuando llora la madre del bebé, escuchando y sosteniendo cada historia nueva que viene en cada lagrima a la vida de su mujer (cuando apareció la niña que fui), la constancia en la lucha para que se establezca la lactancia (incluyendo comprar pezoneras a las 3 de la mañana), el apoyo incondicional en cada  decisión a la que se oponen los abuelos y media familia (indirecta para los que dicen que le dejen llorar al niño que si no se malcría, que le den agua, y laaargos etc.), el talante y la fortaleza para llevar a cabo esas nuevas decisiones (cuando la madre decide dejar de trabajar), el rencuentro con el niño que ellos también fueron (los recuerdos que vienen a sus ojos recordando a su difunto padre), la sensación intensa de recorrer otros parajes de su propia alma y esencia masculina, entre otros. 


La capacidad de los nuevos padres de comprender y adentrarse intensamente en esta nueva etapa de sus vidas, hace que la toma de conciencia y la fuerza que esta conlleva se expanda junto a la de la mujer.  Solo ahí podemos dar apertura a un nuevo espacio, el espacio para la formación de nuestra familia.  Para sumergirnos en esta nueva estancia es necesario que ambos descubramos los funcionamientos que hemos establecido en nuestra familia previamente, y de ahí dar lo mejor de uno mismo para construir los sostenes más generosos y equilibrados que nuestros hijos se merecen. Los padres inician también un camino nuevo, uno intenso y muy personal, qué mejor que intentar hacer ese cambio de forma conciente, y dejar que fluya lo genuino y lo espontáneo, permitiéndole a la vida que desdoble toda su grandeza en esa nueva etapa.

No creo lograr el cometido que me encomendé al inicio de este texto, específicamente el de poder entender aunque sea un poquito la esencia de la paternidad masculina, la que ahora no me cabe la duda tiene millones de aristas.  Sin embargo, al menos quiero hacer un pequeño reconocimiento para aquellos que nos acompañan y que muchas veces sus acciones quedan en algún lado invisible.  Dedico estas palabras a aquellos pingüinos emperadores que estoicamente soportan, aquí en nuestra propia casa, los fríos más intensos y las vicisitudes más agrestes, o bien viven alegres el florecimiento en primavera y los veranos más calidos, tratando siempre de proteger un huevo durante meses y años. Estas letras son para todos aquellos que nos toman de la mano y que han elegido concientemente criar y crecer a nuestro lado.


miércoles, 8 de agosto de 2012

VUELVO A CASA





Vuelvo a casa, vuelvo compañero.  Y vuelvo luego de un largo destierro.  Vuelvo henchida de gozo, porque es una decisión que yo he querido tomar, y la he tomado. Vuelvo a casa y siento hoy que tomo las riendas de mi vida como nunca antes lo hice. Y me siento fuerte, y todo poderosa y me siento orgullosa de poder decirlo.

Renuncio sin duda a muchas cosas.  Hoy he renunciado a un bien que en la vida actual se cotiza en la bolsa social a un alto costo: prestigio profesional, reputación laboral, desarrollo económico e incluso desarrollo personal.  Todas etiquetas que nos vendieron hace mucho para justificar el supuesto desarrollo femenino. Hoy aquí renuncio al prestigio de trabajar en un empleo “soñado”, con un sueldo soñado, renuncio al sistema de jerarquía oficinesco y a las largas horas que me mantuvieron lejos de casa.  Hoy renuncio al pequeño poder que te da el simple hecho de ser una mujer profesional que trabaja.  He renunciado con ello a mi independencia económica por la que tanto luché en algún tiempo y, gracias a ti compañero que me ofreces tu apoyo incondicionalmente, renuncio a ella conscientemente.  Renuncio a recibir órdenes de supuestas personas superiores, renuncio a sentirme obligada y renuncio a que no se valore la creatividad de mi trabajo. Renuncio a cumplir horario y a hacer un trabajo de copia exacta todos los días. Renuncio a que no se me valore personalmente y a que pese a mis conocimientos, se dude de mi desempeño. Renuncio a que otros pongan valor a mi tiempo, y hagan con el lo que quieran. Renuncio a sentirme presa de un largo día porque esos largos días me hicieron muchas veces sentirme mutilada durante las horas muertas de oficina. Renuncio a tener que vestirme de determinada manera, con zapatos que complacen el gusto de otros. Renuncio a no tener voz, renuncio a sentirme perseguida por si cometo un error, renuncio al miedo que le han puesto a mi autoestima. Renuncio a tener que moverme y hablar como otros quieren. Renuncio a sentir que solo valgo porque estudié, porque trabajo o porque gano un “buen sueldo”. Renuncio también a millones de paradigmas machistas y feministas rancios inscritos a lo largo de mi linaje, rompo esos barrotes y grilletes que nos han cruzado a ambos, a ti y a mi querido compañero. He elegido esta renuncia tu lo sabes, y me sostengo de tu mano.  Renuncio por opción, porque hoy tengo esa opción y ya no tengo miedo. No tengo miedo ni al Padre y ni a la Madre que quiso emanciparse y ser igual ese Padre. 

Vuelvo a renacer, amado compañero. Vuelvo a mi pueblo y lugar natal y retomo el poder que nunca debió haber salido de mis manos. Vuelvo a ser regazo de madre.  Vuelvo a recoger dolores que nacieron a raíz de mi ausencia, vuelvo con cicatrices. Vuelvo por instinto.  Vuelvo con mi boca hambrienta de afecto, de tacto, de olor.  Vuelvo loba babeante buscando a los míos. Vuelvo y tomo en mis manos las riendas.  Vuelvo a recoger las galletas del suelo, a limpiar narices llenas de mocos.  Vuelvo a llenar ollas y a cocer almohadas y calcetines.  Vuelvo con mis palillos en mano, a tejer los sueños de mis hijos. Vuelvo bordar con la lana de mi vientre sus manos, sus ojos, su sonrisa, sus anhelos y bordo así nuevamente mi gesto. Vuelvo a abrazarlos largamente, intensamente.  Vuelvo con paja seca para calentar el lecho, nuestro lecho.  Vuelvo a mi nido, a mi madriguera, a mis crías.

No vuelvo a encerrarme en el gineceo. No. No vuelvo a encerrarme en la cocina. No. No vuelvo a oprimirme en el temor, ni vuelvo indefensa, ni a la deriva de cualquier abandono. No vuelvo a tener sueños que puedo cumplir, vuelvo a cumplirlos.  No vuelvo a llorar al calor de una tetera hirviendo, vuelvo solo a reír a carcajadas y a cocinar mientras lo hago. Vuelvo a sentirme plena y no vacía, pues hoy lleno yo la casa con mis hijos. No vuelvo a planchar entre lágrimas, ni a barrer sintiendo que mi trabajo no vale. No vuelvo a complacer a nadie más que a mi misma y a mis hijos.  Vuelvo y tomo tu mano para que nos acompañes.  Vuelvo a una comunidad, vuelvo a la familia, vuelvo a una sociedad de ayuda mutua, vuelvo porque quiero criar integrantes maduros y conscientes.  Vuelvo a casa, vuelvo compañero, y forjo un nuevo camino. Vuelvo más grande y con mis carencias encima de la mesa, con mis surcos cerebrales detectados.  Vuelvo a casa a invitarte a oler nuevamente el amor del vientre y al crecimiento en conjunto como seres humanos. Vuelvo a descubrir un nuevo mundo, un mundo antiguo que ya hemos caminado, y lo nuevo radica en que mis zapatos y los tuyos caminan juntos con firmeza.

Vuelvo a renacer. Vuelvo a poblar, a poblarme. Vuelvo a saciar mi sed la sed de nuestros hijos. Vuelvo a vivir en mí.