La primera estampa que
viene a mi cabeza cuando hablo de tejido y maternidad es la figura romántica de
la madre tejiendo escarpines en la dulce espera de su embarazo. En mi
experiencia personal, puedo decir que en cierto momento de mi post parto el
tejido prácticamente me salvó la vida. En medio de la confusión de los primeros
días del puerperio cada punto aliviaba en gran medida mi angustia de
primeriza. Hoy asisto a una conferencia
que da Michel Odent en Santiago en la cual hablará acerca del fenómeno doula a
nivel mundial. La cita se inicia y todos
los presentes tejen en silencio durante 10 minutos. Al parecer, el tejido tiene muchísimo que ver
con la maternidad.
A mí me enseñaron a tejer
mis abuelas y mi madre desde siempre y de ellas heredé el gusto por las
texturas de las lanas y sus colores. En
mi casa siempre hubo ovillos, palillos y crochet. Recuerdo empezar a tejer desde muy niña y afortunadamente
recuerdo siempre haberme interesado mucho por tejer. Con el tiempo hice de esta actividad un
verdadero hábito en mi vida. Hoy sé que este hábito ha estado siempre presente
a lo largo de mi niñez, adolescencia y que me ha acompañado en varios procesos
de mi vida adulta. En especial, recuerdo mis primeros días de madre, cuando
estrenaba todo aquel caos inicial que implica cambiar la vida con la llegada de
un pequeño a casa. Tiempos aquellos de
sensaciones tan extrañas como intensas, de recorridos internos, de tramas desconocidas. Estaciones llenas de hallazgos, paisajes y
pantanos internos. Marañas y enredos. Nuestra
habitación en ese entonces era pequeña, con muy poco espacio donde
deambular. Recuerdo sentir la necesidad
de centrarme en mí y solo en mí, claro, es a lo que siempre estuve
acostumbrada. Manuel con su llanto me
recordaba claramente que ya mi individualidad no existía más o existía de otro
modo. Tenía que descubrirlo. Y ese hecho por un lado me llenaba de una amable
sustancia que me embriagaba de dulces sensaciones y me hacía sentir que el
primer y último objetivo de mi existencia era ser madre.
Y por otro lado se me aparecían cavernas oscuras llenas de telarañas llenándome
de miedo y soledad, de un frío intenso que me encadenaba a paradigmas que yo no
quería aceptar. En medio de esa
dicotomía emocional recuerdo de forma casi inconsciente tomar un crochet y
ponerme a tejer. Este simple acto fue para
mí un bálsamo tranquilizante que me otorgó fuerzas internas para no desfallecer
y hacer grandes descubrimientos. Desde ese entonces, en el respaldo de mi cama,
no falta una bolsita colgada con lana y un crochet.
Según el planteamiento que
hace el afamado médico francés defensor y promotor del parto natural y
mamífero, Michel Odent, el tejido representa una escena apacible mediante la
cual el cerebro mantiene una baja producción de adrenalina o la hormona del
miedo que secretamos en momentos de estrés.
La imagen de la doula o acompañante de una mujer en la labor de parto
rememora un acompañamiento apacible, sin perturbaciones o intervenciones, sin
juicios, protegido solamente por la tranquilizadora presencia, a una cierta
distancia, de la mujer que teje en silencio con una cadencia regular del tejido.
Esta actividad tiende a facilitar un estado meditativo en un terreno neutral. Este estado de tranquilidad permite que la
mujer que va a parir pueda desconectar su neocortex o su cerebro pensante y
seguir el proceso natural que dicta su cuerpo y el de su bebé. Hoy por hoy, gracias a esta imagen siento que
el tejido tiene muchísimo más alcances además. La actividad de tejer tiene
mucho que ver con la creatividad y las figuras más asociadas al él y a su
estado contemplativo son las mujeres. Son ellas quienes con su poderío vital
van enlazando rítmicamente punto por punto la urdiembre de la vida, dando
armonía a los tejidos de su vientre, promoviendo la protección, el abrigo y el
cuidado de los otros. La imagen materna trenzando la eternidad universal en un
elevado estado de recogimiento acompañada por otra mujer que teje cercana a ella.
Vuelvo a recordar aquellos
primeros días del puerperio enmarañados.
Siento a veces nostalgia y orgullo. Mi estado interno me guió a tomar y
hacer una tarea repetitiva, como es tejer.
Sin saber que esta simple actividad me ayudó a mantener el nivel de
adrenalina lo más bajo posible. Hoy aprendo que científicos demuestran cuan
contagiosa es la liberación de adrenalina y lo inhibidora que puede ser es esta
de su hormona opuesta: la oxitocina u hormona del amor. Cuando una se convierte en madre y devienen
los cambios, una se siente en la montaña rusa y muchas veces la angustia y el
temor se hacen presentes. Hay que
proteger mucho a una madre en sus primeros días de post parto. El tejido reduce
los niveles de tensión y estrés, ayuda a la recuperación mental y física luego
de una intensa labor, promueve la tranquilidad y el buen humor, aporta claridad
en los pensamientos y sentimientos. El tejido permite que la oxitocina que es
una hormona tímida se haga presente. Dejar que mi parte más creativa se desenvolviera
en un momento de intensidad emocional me dio mucha satisfacción personal y
mejoró mi autoestima. Terminar bufandas o
mantas te hace sentir una verdadera artista lo que hace que tu comunicación con
otros pueda desplegarse. Sentí como mi
ser interno innato se manifestó y permití que mis temores se apaciguaran y me
inundaron sensaciones agradables. Si bien mi tiempo libre era prácticamente
escaso en aquellos momentos, aunque fueran 5 minutos de tejido eran gloriosos.
Para mi tejer es algo así como vivir el éxtasis y encontrar nuestros propios
caminos, tal cual lo es ser madre.
Porque ser madre es lo mismo que tejer, creas vida, hilas y tomas los
tejidos del espíritu desenredando nudos y traspasando obstáculos, entrelazando
tus días con los de tus hijos y los del resto de la familia. Y en esta urdiembre lentamente va creciendo
tu lienzo en coherencia con el poder interno, que en mi caso, alguna vez pensé
no tener, pero que hoy se manifiesta en la obstinación que he puesto en
reflexionar mi maternidad, aceptar mis contradicciones y por convertirme en doula.
El tejido hoy en mi vida
representa un urdir de vivencias que dan consecuencia a mi verdad. Esta actividad me ha acompañado durante toda
la vida: mis abuelas y mi madre me enseñaron a tejer y con ellas confirmé mi
ser hija y ser parte de un linaje; el
tejido acudió en mi ayuda cuando necesité centrarme y eliminar mis miedos y
angustias durante el postparto. Hoy
viene y reafirma en mi la vocación intensa por ser doula y acompañar a otras
mujeres en su camino hacia y en la maternidad.
Tejiendo confirmo mi necesidad intensa de ayudar a otras mujeres a
encontrar ese poder interno que llevamos todas las mujeres dentro y que por
ciertos condicionamientos creemos que no tenemos. Punto por punto voy descubriendo hoy que la
comunión con uno mismo que se produce cuando se teje, va abriendo caminos
internos, va desenredando obstáculos. El tejido va creando una gran manta vital
indestructible que puede cubrirnos, protegernos, acunarnos, contenernos. Según Michel Odent las necesidades básicas en
una mujer en labor de parto son el silencio, la oscuridad y la seguridad de no
sentirse observada. Entonces pienso yo,
porque no tejer nosotras mismas una manta preciosa para cubrirnos y sentirnos
en silencio, protegidas y seguras, para poder parir no solo a nuestros hijos,
sino nuestra creatividad y nuestro ser esencial lleno de verdad, sea cual sea
nuestra circunstancia. Así, en una
máxima intimidad, cubiertas por un lienzo hecho con nuestras manos que apacigüe
todos nuestros miedos, podremos dar a luz lo mejor de nostras y convertirnos en
madres de la mejor obra de arte que representa nuestra propia vida.
Y en el camino seguimos tejiendo…
Este texto aparece en la Revista Oxitocina (Recomendada!)
Ya decía yo que una mujer que escribe tan bonito tenía magia en el corazón...¡así que serás doula!, ¡que bonitooo!...yo te descubrí cuando me estrené de mamá...recuerdo tener a mi bebé en brazos, en mi pecho, enmedio de la obscuridad de mi habitación y de mi sala, iluminada sólo por la luz de la pantalla de la lap...te leía a tí y a Carlos González.
ResponderEliminarCuántas palabras tuyas me acompañaron, me siguen acompañando en mi puerperio. Fuiste la luz de la sensibilidad en la obscuridad de mi ignorancia. ¿Cuántas veces lloré leyendo tus palabras?, no lo sé...¿cuántas veces te di gracias desde mi corazón por ayudarme a entender lo que sentía?, ufff!, muchísimas...
¡Que suerte tendrán las gorditas a quienes acompañes a parir!, te mando un abrazo bien fuerte, ¡que dure 6 minutos!...mi Emiliano tiene ya 16 meses, ¡el tiempo vuela! <3
Hola. Hace unos meses que te sigo y aunque no te escribo. Esta vez me tomé la libertad de hacerlo. Ambas estamos en pro de la crianza con respeto así que esta razón te sigo y porque tus escritos son inspiradores, me gusta tu forma de escribir con sutileza y amor.
ResponderEliminarQuiero compartir que te nominé un Liebster Award desde mi blog El arte de la crianza http://elartedelacrianza.org/. Espero te guste. ¡Saludos!