La decisión de dejar de
trabajar la tomé el mismo día que nació Manuel.
De eso pasaron 6 años para que yo pudiera concretarla, pues en mi caso,
no era una decisión muy fácil de tomar por diversos factores. Además del tema dinero, en mi mente estaban
muy ancladas las ideas del trabajo prestigioso y el desarrollo profesional,
aspectos que sin duda me ataban a un sistema de vida que yo creía que era el
que tenía que ser y al que uno mejor podía aspirar como persona y como
mujer. La maternidad me traía un mundo
que jamás yo había planificado dentro de mi inventario de vida.
Fue una lucha ardua entre
mis concepciones, condicionamientos y estructuras mentales versus esta nueva
estancia que me entregaba la maternidad.
No entendía bien qué era lo que pasaba y me resistía por un lado, y
creía que toda esa plenitud que sentí durante el embarazo y luego al mirar los
ojos de Manuel no era el plan que yo tenía. Nunca tuve tan altas expectativas de plenitud, ahora lo sé.
Trataba de acomodarme una y otra vez al molde que se me había dictado –que
ahora se que se me había dictado-. Y así, nunca pude resignarme rotundamente a dejar a Manuel con su abuela o a
dejarlo en el jardín sin que yo no sintiera que algo mío se desarmaba cada mañana
al tomar el metro. Era como un pequeño
suicidio el querer ahogar esas ganas incontrolables de querer estar todo el
tiempo con él y no en una oficina que no me aportaba mayor vida, excepto un
sueldo. Saber qué aprendía Manuel, qué
era lo que miraba, qué y cómo comía y cómo dormía se volvió todo el horizonte
de mi vida. Tomarlo de la mano y salir a caminar a cualquier hora, buscar una
hoja o una flor eran los únicos momentos que mi corazón quería vivir. Para esos momentos yo ya sabía que dejaría de
trabajar algún día y podría hacer todo eso o lo que quisiera siempre con él, a
su lado, piel con piel. Mi vida se
redujo a querer tan solo entregarle todo el tiempo libre así de entero, completo
y desnuda.
Hoy me duelen los días de
oficina y primeros meses de Manuel, porque fueron días duros. Una semana en mi vida ya no significa mucho
tiempo, pero una semana en la vida de un bebé de 7 meses o de 28 semanas, es un
tiempo importante. Tuve que enfrentar
mis ideas preconcebidas, mis condicionamientos versus lo dictaba mi naturaleza
interna, mi corazón. El enfrentarme a mí
misma, entender que el mundo no es lo que te dictan desde pequeña y
“desobedecer” implicaron en mí la ruptura de muchas estructuras internas. Darme cuenta en carne y hueso que a lo único
que una le debe obediencia es a su voz interior, implicó hacerme cargo de mi
misma, de mis dolores, de mis carencias, de mis miedos. Implicó la necesidad rotunda de buscar mis
virtudes, anhelos y bellezas, todas empañadas por una autoestima baja, que te
dice que hay que encajar y que para ello debes extirpar lo que no está “bien”
en tu interior. Implicó planteamientos de mi relación conmigo misma, y de ahí
con el resto de personas que rodeaban mi vida, y en especial implicó plantearme
claramente qué era lo que quería yo de mi vida.
Entender y aceptar que lo único que me hacía feliz en ese momento era
estar con Manuel fue una gran travesía.
Muchas veces pensé que el
sistema laboral me daría la plenitud, y obstinadamente la busqué ahí. Mi flor de siete colores estaba dentro, mi
deseo la trajo y durante nueve meses creció y se formó dentro mío. Vi aquella flor y fue el punto donde la
ruptura de mi misma comenzó. A veces una
piensa que una es la que está mal parada en este mundo, y no, el mundo con sus
armazones rígidos muchas veces no permiten que la parte más humana de uno se
desarrolle.
Hoy son aproximadamente 9
meses ya desde que dejé de trabajar. Y
vale aclarar que dejé de trabajar en una oficina, porque en casa el trabajo es
igual de arduo. Sin embargo el estrés
por cumplir con una meta, con un trabajo escrito o un horario impuesto no ha
vuelto a mi vida. Las largas caminatas
que a veces decidimos tomar con Manuel y Gabriel me llenan totalmente el
alma. Buscamos hojas y plantas entre
medio de los jardines de las otras casas, olemos plantitas medicinales que los
vecinos no saben que tienen, saludamos a los perros y a los gatos que hoy son
nuestros amigos y a Manuel le encanta un girasol que está a tres cuadras de
casa. Me dice: ‘mamá, me encanta caminar contigo y este camino’ .
Eso es plenitud para mí.
Mi decisión de dejar de
trabajar fue un acto consciente, ampliamente reflexionado y meditado. Fue una decisión en la que influyeron varias
condiciones, entre ellas mi deseo materno y la sensación de haber llegado a un
tope en mi vida profesional. Fue una decisión valiente, pues mi sueldo era
importante en la economía del hogar. Pude tener el apoyo y la contención para
dar ese salto libre. Se muy bien que habrá mujeres que no sientan o no puedan
sentir lo mismo, o que se vean en la necesidad urgente de trabajar. Son opciones y situaciones tan verdaderas y válidas
también. Deberíamos tener la libertad completa para elegir, sin miedo, apoyadas
y sin prejuicios de por medio. Sería bueno poder contar con un sistema laboral
más amigable, en donde quepan la libertad de decidir y la apertura a entender y
considerar a ellos que recién vienen llegando a este mundo. Un sistema en el que la mujer y la maternidad
sean respetados como procesos naturales en el ser humano, -procesos que tienen
un tiempo y un ritmo importante- en el que la integridad y los deseos de los
recién nacidos también sean respetados y escuchados. La inclusión femenina en el mundo laboral y su
desarrollo en el mismo son aspectos importante para la vida de la mujer y de la sociedad, pero solo en la medida en que ella no se sienta esclava del
mismo y sienta la obligación de desoír su naturaleza, sus tiempos y sus procesos
internos. La maternidad no es lo que está mal en este mundo como nos hacen
creer, es el sistema laboral el que no permite que se desarrolle la maternidad
en plenitud, sin romperla y sin romper la vida de los niños.
Me encantó lo que escribiste yo retorné a mi vida laboral profesional después de estar con mi bebita un año y siete meses y me siento en la encrucijada de sentir si hago o no lo correcto, tengo una sensación dolorosa cada día.
ResponderEliminarA veces son dificiles las decisiones!! Pero siempre son las mejores y no tienen porque ser siempre definitivas!!
Eliminarme encanta lo que escribes, eres muy afortunada. Yo me sentía igual con mi primera hija; irme aunque fueran pocas horas y dejarla en el buen cuidado de mi madre sólo me dejaba pensando ¿qué estarán haciendo ahora? ¿de qué me estaré perdiendo? con mi segunda hija he tenido hasta ahora la fortuna de poder dar clases con ella en el rebozo o la carriola
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras!! A veces la decisión u obligación de trabajar nos lleva por caminos que finalmente nos dejan muchas enseñanzas! Hay que buscarlas siempre!! Besos para ti bella madre!!
EliminarQue lindo lo que escribes. Yo me siento así también, tengo 31 años, ya tengo marido y casa, aunque todavía no llegaron los niños. Pero ya siento el conflicto de estar 12 hs fuera de mi casa. Como voy a hacer si quiero tener un niño? Porqué el mundo laboral de empresas privadas son jornadas de 8 o 9 hs? Yo creo que más allá de la maternidad, el sistema laboral del siglo XXI es anticuado y no atiende a las necesidades de los jóvenes ni adultos. Ahora recién a los 30 años una persona empieza a alcanzar su estabilidad laboral pero que pasa con la maternidad, marido, hogar, flia, etc? Cuantas horas al día me quedan para dedicarles? Solo 2 horas al día? Algo está mal...
ResponderEliminarEnhorabuena. Yo tambien tome la decision d dejar de trabajar cuando nacio mi hijo y nunca nunca nunca me he arrepentido de esa decision como bien dices es impagable el compartir los momentos mas simples y sencillos con tu hijo. Pero x desgracia somos bichos raros y muchas mujeres no entienden tal decision. A mi me costo oir muchos comentarios.....nk paraban de decirme q estaba loca!!!!!!! Con lo importante q es el trabajo!!!!nunca estuve de acuerdo con esa afirmacion para mi lo importante es disfrutar d mi hijo, conocerlo, enseñarle un monton de cosas, cuidarle......en fin......que lo hice, deje de trabajar tuve a mis 2 hijos los disfrute. Y puedo decir bien alto q fueron los mejores años de mi vida. Y cuando tuvieron 8 y 12 años retorne al mundo laboral y no x gusto la verdad.....y me dolio aunque ya fuesen grandes.....pero la crisis golpeo con fuerza y tuve q hacerlo. Pero repito q una y mil veces q volviese a vivir volveria a tomar la misma decision. Ahhhh y los hijos lo valoran, lo agradecen y se sienten super bien....super especiales....recuerdan un monton de momentos vividos y eso o se vive o no se vive...el tiempo pasa ellos crecen y la q no lo disfruto se lo perdio. Asi q nada sigue disfrutando junto a tu hijo y se feliz...
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