sábado, 22 de diciembre de 2012

Canciones de cuna y la Navidad




“El camino que lleva a Belén
lo voy marcando con mi viejo tambor,
nada hay mejor que yo pueda ofrecer,
su ronco acento es un canto de amor
al Redentor, al Redentor”
El Tamborilero

Foto de Patrica Márquez e Ignacia


La primera canción de cuna que broto de mi corazón en pleno mayo fue un villancico, una canción cantada para el niño Jesús naciendo en el pesebre. Surgió de forma espontánea desde la más profunda emoción que sentía con Manuel en brazos. Una canción que entonaba mientras perseguía la estrella que Manuel y su nacimiento significó y significa aún en mi vida.   Quizás explotaba en mí la misma emoción que me producía la mágica estampa de la navidad cuando yo era chica.  Y eso que cuando yo era niña ya el consumismo se había apoderado completamente de las fechas en diciembre.  Pero para mí la navidad, con su olor a mango y a pino verde, siempre tuvo su halo mágico inmerso en villancicos y un momento especial más allá de los regalos y reuniones familiares. Y hoy reconozco materializada esa magia en el nacimiento de mis hijos, y en mi nacimiento como madre, y una vez más las canciones de navidad acompañan esa magia.

Mis canciones de cuna desde ese entonces son por excelencia villancicos cantados en cualquier época del año, y la verdad al cantarlas me produce una especie de éxtasis ante los ojos maravillosos de mis hijos, que poco a poco comienzan a cerrarse hasta dormir en mis brazos.  Mis dos estrellas duermen pausadamente al calor de mis canciones.  Mientras tanto pienso que el nacimiento del niño Jesús tiene un gran simbolismo en nuestra cultura, y hoy siendo madre creo que toma aún mayor fuerza ese simbolismo.  Si Dios envió al mundo a su hijo para demostrarnos que un ser humano puede tener todas las cualidades como las que tuvo el Maestro Jesús desde su nacimiento, pienso que cada niño que viene a este mundo representa una posibilidad de vivir y entregar la vida hacia el Amor.  Jesús vino a transgredir todas las reglas, se rebeló ante los cánones de su época, nos enseñó un modelo de humildad y de vida que todos podemos seguir de la forma más sencilla que uno pueda pensar.  Y miro en mis brazos a Gabriel durmiendo junto a su hermano y siento que una vez más Jesús nace, Jesús nace en mí, Jesús nace al mundo, nacen todos los niños con la misma potencialidad de amar y enseñarnos amar tal como lo dijo Jesús.

Mientras canto me identifico humildemente con María su madre y  el acto de mayor sencillez de un ser humano: su nacimiento.  El parto en un pesebre repleto de otros mamíferos, y en la simpleza más pura, me conecta con su total naturaleza y fortaleza, María pariendo a su hijo, como todas las mujeres en este mundo podemos hacerlo.  Y me pregunto en qué momento dejamos que ese aspecto tan maravilloso fuera alejado de nosotrasEl nacimiento de Jesús es el acto más amoroso del cual seguimos aprendiendo.

  (…) En seguida, Jesús comenzó a mover la cabeza, a veces hacia la derecha, otras a la izquierda y, finalmente, a abrir la boca en forma de O. Guiado por el sentido del olfato, se acercaba cada vez más al pezón. María, que aun se encontraba dentro de un equilibrio hormonal particular, y por ello muy instintiva, sabía perfectamente cómo sostener a su bebé e hizo los movimientos necesarios para ayudarlo a encontrar el pecho. Fue así como Jesús y María transgredieron las reglas establecidas por los neocórtex de la comunidad humana. Jesús –un rebelde pacífico desafiando toda convención- había sido iniciado por su madre.

(…) La noche siguiente, María durmió un sueño ligero. Estaba vigilante, protectora y preocupada de satisfacer las necesidades de la más preciosa de las criaturas terrestres. Los días siguientes, María aprendió a sentir cuándo su bebé tenía necesidad de ser mecido. Había tal acuerdo entre ellos que ella sabía perfectamente adaptar el ritmo del balanceo a la demanda del bebé. Siempre meciéndolo, María se puso a canturrear unas melodías a las que agregó algunas palabras. Como millones de otras madres antes que ella, María descubrió así las canciones de cuna.(*)

Y sigo cantando a la Estrella de Belén,  como en un trance me lleno de calma y dicha y revivo el momento como si yo misma estuviera naciendo en un pesebre en el calor de mi madre.  Mis niños siguen durmiendo en mi regazo rodeados de paja y siento que a nuestra familia no le hace falta más que esa luz que emana de mi corazón hacia ellos. Mis canciones de cuna seguirán siendo por mucho tiempo canciones de navidad, de esa época que nos recuerda el nacimiento de Cristo, de ese momento que nos enseña que tenemos la potencialidad certera de conectar con nuestro interior más humilde y más sencillo. La Navidad se vuelve una instancia en donde nace nuestra esperanza y sin duda nace nuestro amor una vez más. Porque la Navidad puede ser en cualquier época del año y el hogar nuestro pesebre permanente. Porque nuestros hijos y el amor por ellos son la estrella que seguimos siempre con una canción de navidad de fondo.

(*) Nueva mirada sobre la Navidad, La cientificación del amor, Michel Odent, Editorial Creavida: Bs. As, 2001. Pág. 130.


2 comentarios:

  1. Qué preciosidad...Gracias por acercarme de nuevo a la Navidad a través de tus ojos y darle de nuevo sentido para mi.

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    1. Gracias por la visita Carolina!! Que bueno es poder darle un nuevo sentido a las situaciones!! Besos

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