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Ilustración de Jazmin Varela |
He estado un poco atareada
este último tiempo, con muchos proyectos y con una infinidad de cambios. Gabriel pronto cumplirá 2 años y con esto estaría yo terminando mi puerperio, si este
dura efectivamente 2 años como dice Laura Gutman. Mi niño está muy grande y no puedo dejar de
sentir algo de nostalgia por ir dejando atrás esa fusión emocional intensa de
los primeros días. Pero también van abriéndose nuevos caminos y nuevos
desafíos, y siento que la transformación que ocurre durante el puerperio puede
seguir su curso y crecer.
A continuación les dejo un
texto de Laura Gutman acerca del puerperio que las mujeres enfrentamos hoy en
día. Reflexiones importantes a la hora de tomar
conciencia de que los que nos pasa cuando nacen nuestros hijos son sensaciones
y vivencias que vivimos en soledad, pero que les ocurren a todas las mujeres
del siglo XXI. Interesante!
El
puerperio en el siglo XXI
El puerperio es
considerado usualmente como un período de desequilibrio para la mujer que dura
alrededor de 40 días después del parto, tiempo que fue estipulado -ya no
sabemos por quién ni para quién- y que responde a una histórica veda moral para
salvar a la parturienta del reclamo sexual del varón. Pero ese tiempo
cronológico no significa psicológicamente un comienzo ni un final de nada.
Personalmente, considero
que el puerperio, en realidad es el período transitado entre el nacimiento del
bebé y los dos primeros años, aunque emocionalmente haya una diferencia
evidente entre el caos de los primeros días, la capacidad de salir al mundo con
un bebé a cuestas o el vínculo con un bebé que ya camina.
Estos dos años tienen que
ver con el período de completa “fusión emocional” entre la madre y el bebé, es
decir, con la sensación de la madre de vivir dentro de las percepciones y
experiencias del bebé, sintiéndose “desdoblada física y emocionalmente”. ¿Por
qué dos años? Es posible reconocer en el niño el lento despegue de la fusión
emocional, alrededor de los dos años de edad, cuando puede empezar a nombrarse
a sí mismo como un ser separado, cuando puede decir “yo”. La madre vive una
situación análoga, pero sin tanta consciencia. De hecho, alrededor de los dos
años del niño, toda madre también recupera ese “ahora soy yo misma”, sintiendo
deseos genuinos de “volver a ser la de antes”, con intereses y proyectos que no
incluyen necesariamente al niño.
Mi intención, por lo
tanto, es que reflexionemos sobre el puerperio basándonos en situaciones que a
veces no son ni tan físicas, ni tan visibles, ni tan concretas, pero no por eso
son menos reales. Se trata de abordar la cualidad invisible del puerperio, el
sub-mundo femenino, los campos emocionales, lo que nos sucede aunque no lo
podamos abordar con palabras concretas.
Básicamente quiero
recalcar que las mujeres merecemos obtener cuidados, comprensión, aceptación y
protección, traduciendo de este modo que lo que nos pasa internamente, “es
correcto” y no hay nada diferente que tendría que suceder. Con un bebé en
brazos, habiendo atravesado un parto, en plena desestructuración emocional,
bajo los efectos de la pérdida de nuestra identidad; lo menos que podemos
anhelar es estar desorientadas. Por eso necesitamos acompañamiento y permisos
para aprender a navegar el puerperio que viene en formato invisible, sin
bordes, sin horarios, sin lógica y sin razón.
En sociedades donde las
mujeres se hacían cargo comunitariamente de la crianza de los niños mientras
los hombres se ocupaban enteramente de procurar el alimento, el puerperio
funcionaba como un tiempo de reposo y de atención exclusiva para el recién
nacido. No había apuro para abandonar ese estado de entrega y silencio, de
leche y fluidos.
Nuestra realidad social es
otra. Vivimos en familias nucleares, en departamentos pequeños, a veces
alejados de nuestras familias primarias y en ciudades donde no es tan fácil
reemplazar a una comunidad de mujeres que alivian las tareas domésticas y
construyen una red invisible de apoyo. Sin embargo todas las puérperas
necesitamos esa red para no desmoronarnos a causa de las heridas físicas y
emocionales que nos dejó el parto. Por otra parte, es evidente que 40 días es
demasiado poco para recuperarnos, sobre todo cuando no hay nadie defendiendo las
necesidades impostergables de la díada mamá-bebé, no hay una comunidad femenina
para cuidarnos y además la mayoría de las mujeres somos expulsadas
tempranamente al trabajo.
El panorama es
desalentador para las mujeres modernas y urbanas, aunque pensemos que esto hace
parte de la liberación femenina: en realidad no hay verdadera elección, casi
nadie está en condiciones de decidir cuánto tiempo necesita quedarse con el
bebé y cuándo es el momento adecuado para cada una para reincorporarse a la
vida laboral. Y esto no está sólo pautado por las necesidades económicas,
muchas veces reales. Sino sobre todo por una identidad construida casi
integralmente en el ámbito del desarrollo laboral, y por lo dificultoso que
resulta quedarnos sin referentes en el terreno de las emociones, la conexión
con la interioridad, el contacto corporal, el tiempo fuera del tiempo y
prácticamente nadie para acompañarnos en esta expulsión de hecho de la vida
“normal”.
Por eso sería pertinente
ofrecer información realista con respecto a las sorpresas que nos depara el
puerperio a varones y mujeres. Tenemos que difundir con mayor precisión los
conceptos sobre la naturaleza de la fusión emocional entre la madre y el recién
nacido, sobre las necesidades específicas de una mujer puérpera y sobre los
cuidados indispensables que debe recibir. De esta manera cada pareja podrá
determinar si está en condiciones de generar el cuidado necesario tanto para la
madre como para el bebé, o si necesitan buscar fuera del núcleo familiar ayudas
complementarias.
A las mujeres nos
corresponde también encontrar nuevas maneras de integrar nuestro propio
desarrollo personal y la maternidad, de un modo que sea saludable, acorde a los
tiempos que vivimos, pero sobre todo, completamente honesto con nuestro ser esencial.
Laura Gutman
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