“Cuanto más
estresante y fragmentado se torna nuestro mundo moderno, más nos damos cuenta
de nuestra necesidad de calma y
contacto. Este anhelo se refleja en el
cuestionamiento acerca de nuestro agitado modo de vida, así como en una
consciente búsqueda de las vías hacia la serenidad y las relaciones personales
armoniosas”
Kerstin Uvnäs
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Ilustracion de Soledad (Afra) Martínez |
Si
intento definir lo que entiendo por bienestar, viene a mí una sencilla
sensación de respiración pausada, un sentimiento de vida holgada y abastecida
de todas aquellas vivencias que me conducen a pasarlo bien y estar en
tranquilidad, paz y armonía. Me percato
simplemente de que respiro profundo, lento y que con ello me siento plena y feliz,
una sensación que recuerdo se posó en mi vida un día cualquiera cuando me
observé y vi que tenía un bebé en mi pecho.
Las
mujeres de hoy, en la cotidianidad de
nuestros días, estamos más emparentadas con los ajetreos externos que nos
impone un mundo exitista y competitivo, que con la calma y el reposo que
vivimos ansiando y jamás alcanzando.
Nuestras metas desde pequeñas se enganchan al desarrollo intelectual y
más tarde al desarrollo profesional. Todo en orden de obtener más libertad
económica y por ende personal, todo en orden de cumplir con los retos que la
vida nos impone como sujetos de una sociedad que busca el bienestar en el
dinero, en la acumulación de bienes materiales o brillando para otros mediante
logros profesionales.
No
es casualidad que con mayor frecuencia posterguemos la maternidad en busca de
acumular este tipo de experiencias externas, y con el único objetivo de
demostrarnos a nosotras mismas y al resto que podemos lograr un sinfín de
metas. Del mismo modo, podemos jactarnos que le doblamos la mano a
nuestro destino al controlar nuestra capacidad de dar vida interviniendo nuestro cuerpo gracias a una refinada
evolución en la industria farmacéutica y tecnológica. Hemos conseguido el
bienestar que creemos es nuestro objetivo sentir, un bienestar material y un
bienestar de “control” de nuestro cuerpo y nuestros ciclos biológicos.
Sin
embargo, la esencia natural que aún poseemos en nuestro interior logra hacerse
presente. ¡Bendita sea ella! Un día
llega a nuestra vida y a nuestros brazos un pequeño ser que creció en nuestro
vientre nueve meses. Dejamos de
controlar todo y nos damos cuenta que hay cosas que no se pueden controlar, y
que ciertas comodidades que poseemos no sirven del todo en ciertos momentos de
la vida.
Me
recuerdo sentada en la cama con mis pechos desnudos, mirando la cara de mi
bebe, en un estado de contemplación altísima que cualquier maestro espiritual
desearía. Todo detenido en una sola mirada, en una sola respiración, la cual
transcurre al unísono de las pequeñas inspiraciones de ese ser que retoza en
tus brazos y en tu regazo. Una sensación
de calma, de quietud, de sentir como la vida simplemente sucede en ese
minuto. La confianza, el optimismo, poco
a poco ahuyentan la agresividad de aquel bullicio de la calle allá afuera. Comienza a abrirse un mundo lleno de magia y
de dicha en el interior de una, se abre
una puerta hacia el estado de la sanación.
Tus pechos rebozan en leche y tu alma reboza en felicidad. Tu mente se ha detenido, en un intenso
momento de neutralidad, en el que la nutrición recíproca ocurre a manera de un
feliz milagro.
Una
parte tuya, desconocida en tu existencia hasta ese momento, hace su
aparecimiento. A veces no es fácil
asimilar esta nueva faceta, tu animal agresivo y acostumbrado al ataque allá en
la selva de cemento, se desconcierta, se agita y aúlla buscando la totalidad de
su territorio en tu cuerpo. Y tú
prefieres sin dudar al hada lenta, sencilla y calma que ahora te posee. Esa hada de leche que lleva hacia tus pechos
el elixir de la sanación. Bulle muchas
veces el miedo ante esta dualidad y quieres huir, pues el proceso curativo
inicia una limpieza y aparecen tus dolores internos, aquellos recuerdos
escondidos en los recovecos de tu cuerpo.
Y aún así, quieres que esa hada se quede, pues ella alimenta a tu hijo y
te nutre a ti sin duda. Lo sientes. El néctar de la lactancia ahuyenta el miedo
y aceptas el reto de remover lo que internamente y emocionalmente ya no te
sirve.
Amamantas.
Tu cuerpo inicia una fase de crecimiento y sanación. El proceso de nutrir a tu hijo involucra una
entrega mutua y desinteresada de energía para ambos. Cuando tu cuerpo y la mente están en calma,
es posible abrir la puerta hacia nuestros recursos internos y desplegar aun más
la creatividad generosa que inició su invasión hace ya unos meses atrás durante
la concepción. La habilidad del ser
humano para aprender, comprender, resolver o enfrentar problemas es mayor
cuando estamos bajo los efectos de la calma y la quietud.
Tu
hijo a su vez, inicia su vida en el territorio de la calma. Su único deseo es estar siempre junto a su
madre tal como lo hizo durante nueve meses internamente. Sus necesidades básicas son estar al calor de
su madre y bebiendo el único alimento que amamanta además a su emocionalidad,
su autoestima, su ser interior. Acurrucado en la teta de su madre, es donde el
obtiene esta calma, esta magia que respeta sus procesos y le otorga la plenitud
de protección que necesita.
La
lactancia es portadora de este elixir mágico de bienestar mutuo. El estado que te entrega el pequeño gran acto
de amamantar es una luz de paz que se instaura en tu ser y en el de tu hijo.
Los obstáculos para alcanzar esa luz, bien pueden ser derribados, sólo está en
que te decidas, te escuches y te entregues a tu naturaleza. Te lo aseguro, estarás alcanzando tu más alta
cima, la contemplación y trascendencia máxima, estás alcanzando el bienestar
que tanto tiempo has deseado.
Que hermoso relato, muchas gracias por compartir tu bella experiencia. Yo también estoy amamantando, mi segundo hijo, y no he conseguido sentir nada más elevado y maravilloso, que estar conectada con mi hijo en el momento de amamantarlo, es un regalo que nos da la madre naturaleza, y me siento honrada de ser mujer y madre. Un gran abrazo.
ResponderEliminarQuerida Lorena, si nos lo permitimos, podemos sentir la plenitud misma!! Incluso, si no hemos podido amamantar!! Hay una conexión única con nuestro hijo, si la hacemos consciente, cualquier acto que hagamos para el, nos hará sentir llenas de felicidad!! Mil gracias por tu visita!
EliminarEscribes con el instinto de madre a flor de piel. Sigo muchos blogs de maternidad, pero este sin duda es mi favorito. Cuando te leo, es como si escribieras justo lo que yo siento. Tengo cinco hijos y no puedo sentirme mas afortunada. He escuchado mi cuerpo y mi instinto para que me dirijan en la crianza de mis hijos, y jamas cambiaria la maternidad por hacer otra cosa en mi vida. Ser madre me ha transformado, es el unico titulo que me interesa alcanzar en la vida, y sin duda el mas alto. Gracias por compartir tu sensibilidad y lograr que nos conectemos todas en un solo sentimiento. Un abrazo. :)
ResponderEliminarMuchas gracias Pelusitas!! El sentimiento materno es solo uno, es el que nos une gracias a nuestra madre tierra!! Un abrazo para ti!!
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