Cuenta
la historia que la vida se hizo en una vasija misteriosa, a la cual llegaban
todos los seres para tomar la forma que deberían llevar en vida. Cuenta la historia que las mujeres dejaron
grabadas sus enseñanzas o sus legados a manera de grandes dibujos rupestres en
las paredes internas de esta vasija, como caminos o de mapas para que las otras
mujeres supieran que camino tomar.
Cuenta la historia que esos dibujos, hechos de mil surcos están en
aquella vasija misteriosa, y el misterio más grande es que dentro de ella se
forman más vasijas que van siendo marcadas con esos mismos surcos y éstas a su
vez pasan a ser los vientres de las mujeres que allí se forman…
La
mamá de mi mamá tiene hoy 94 años. En
los dedos curvos de sus manos añosas lleva mil surcos que cuentan parte de su
vida. La mamá de mi mamá nació en el
segundo decenio del siglo XX, y hoy sigue viviendo en el segundo decenio del
siglo XXI. Recién este año, la mamá de
mi mamá ha ido perdiendo poco a poco la noción de su entorno, se prepara para dormir a las tres de la tarde
y va olvidando algunas cosas de sus memoria inmediata. Sin embargo, hay otras que no olvida.
En
el útero de mi abuela se gestó mi madre.
En ese lugar bebió sus emociones y sintió todo lo que mi abuela sintió a
mediados del siglo XX. Ese fue el
universo de mi madre durante nueve meses,
y ahí mismo se formó su útero, el mismo que me albergaría a mí durante nueve
meses en plenos años 70. Si seguimos esa
espiral hacia atrás, podemos imaginar el útero que albergó a mi abuela, a su
madre, y a la infinidad de abuelas de donde provengo, y pensemos que cada una
de ellas lo hizo en determinado momento de la historia. El útero es el lugar, el fogón, de creación
y recreación de vivencias a lo largo de nuestro gran árbol genealógico, y es en
ese templo donde se forma nuestro linaje matrilineal.
Si
observamos y estudiamos podemos entender que cada mujer en la línea de nuestra
historia vivió cada vicisitud que le tocó enfrentar a la mujer en cada etapa
histórica. Y vaya que las mujeres hemos sufrido abusos a lo largo de la
cronología o líneas de vida: la imagen de pecadora y de desobediente que nos
enseña la historia de Eva, luego en la edad media en nombre de la religión muchas
mujeres fueron condenadas a la hoguera tan solo porque su poder femenino de la
sanación no era entendido en aquellos tiempos.
Eso por nombrar algunos momentos bastante cruentos enfrentados por las
mujeres a lo largo de la historia. Lo
cierto es que si estudiamos los momentos adversos de las mujeres históricamente
hablando encontraremos muchos. Y esos sucesos
fueron marcando a las mujeres de nuestra casa, y fueron moldeando sus modos de
ser mujeres, madres, hermanas, hijas.
Nosotras mismas si nos observamos detenidamente, en nuestros gestos
reconoceremos muchas veces a nuestra madre o abuela. Cuantas veces repetimos a nuestros hijos las
mismas palabras odiosas que alguna vez sentimos caer sobre nuestra autoestima?
Y a veces veo a la mamá de mi mamá, pese a sus desvaríos, decir las mismas
palabras que algún día me dijo mi mamá.
Y
entonces, al pensar en tantas mujeres y avocarnos a la historia de nuestras
vidas, debemos caer en cuenta que
nuestras ancestras fueron niñas, fueron hijas, fueron madres, y tuvieron
abuelas y bisabuelas, que participaron en su crianza, como antaño se solía
hacer. Y fue en la crianza que se fueron
marcando aquellos surcos en todas esas mujeres, aquellos caminos o sendas, que
una y otra vez se han ido actualizando y repitiendo a lo largo de los años,
perpetuando así los paradigmas patriarcales en los que nos desenvolvemos. Es decir somos una gran cadena de mujeres que
vamos arrastrando y heredando sufrimientos, angustias, hostilidades, sin
embargo, afortunadamente también heredamos aquél poder femenino, esa fuerza
subyacente interna que solo nosotras podemos entender.
La
mamá de mi mamá hoy toma a mi hijo en sus brazos y lo pone en su regazo. Esta escena hace que yo misma me encuentre
con la niña que fui, y asimismo me encuentro con la niña que fue mi madre. Los surcos en las manos y en el útero de la mamá de mi mamá hablan
también de la niña que fue. Deshilando
esta trama, puedo ver los dolores de ellas, los mismos que han sido míos, las
formas de acompañar de sus madres fueron condicionadas por las circunstancias
de su momento y por la larga cadena de crianza que arrastraban ya sus madres, y
esas formas de crianza tiñeron sin duda la forma de crianza con que yo
crecí. Y recuerdo mis lágrimas, como
ríos corriendo, y sus aguas son las lágrimas que se fueron uniendo durante
años, una comunión inmensa de lágrimas
femeninas que suelen a veces recorrerme hoy.
Y voy entendiendo muchos de mis inexplicables dolores, de la ira
contenida, y de la rabia estruendosa que
muchas veces he sentido hacia las mujeres de mi linaje.
Derribando
la gruesa pared del reproche y el juicio, yendo más allá de la angustia o alegría que quizás hemos heredado, es
importante reconocer también la valentía de cada una de las mujeres de nuestra
casa. Mirarlas como mujeres de su tiempo,
en su espacio, mirarlas como en un espejo donde estamos nosotras mismas. Y
descubriremos también en su mirada lucha, desplante, arrojo, aliento. Y su calor nos volverá a envolver en su
vasija.
La
mujer que se detiene, se observa y toma conciencia de su ser mujer, así
desnuda, sin juzgar o ensalzar a las otras, es justamente aquella que decide
honrar aquello que forma parte de si misma. Y es esa misma mujer la que puede
producir el cambio, la sanación hacia las generaciones futuras, pues lleva en
su mano la espada de la conciencia y el amor. Cuando por fin entendemos que el
regazo que te ofreció tu madre, es el mismo regazo que le ofrecieron a ella, y
miramos los regazos de las abuelas, solamente ahí podemos volver a sentirnos
cómodas y amadas, y comprendemos que nuestra madre, y la madre de ella, es como
la Madre Tierra, la que hagamos lo que hagamos, jamás deja de sostenernos. Ella es nuestro mundo, ella es la vasija que nos contiene. Caminemos
hacia los orígenes de nuestra fuente, encontremos el punto exacto de inicio de
la angustia y pongámosle fin, ahí radica nuestro verdadero poder. Solo cuando tomamos conciencia de quienes
somos solo ahí podemos sanar.
Algún
día yo seré la mamá de la mamá de una niña, y es mi más grande anhelo que aquella
niña sienta en su interior el poder del río aquel que la atraviesa, ahora de
aguas cristalinas, puras y poderosas, y sienta a su vez, que ese río la nutre
de un inmenso amor, respeto y confianza, elementos depositados concientemente a
lo largo de tanto años.
Te
atreves tú a bucear en los anales de la historia de las mujeres de tu casa?
Hola linda
ResponderEliminarAquí Mahi de MaMatriztica
Leí tu mensajito en mi blog!
Muy bonito está tu espacio
quedamos conectadas
abracitos!!!
Mahi
Gracias Mahi!! Que rico estar conectadas!! Gracias mil por tu visita!!
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