Efectivamente
el 21 de diciembre pasado no se acabó el mundo, como muchos vaticinios terroríficos
nos quisieron hacer creer. Una vez más
el miedo quedó en el disfraz sin vida y tirado en el rincón. No obstante, siento un cambio, hay un cambio
que se siente en el aire, algo imperceptible, pero que está. Vamos cambiando desde el amor al poder, al
Poder del Amor. Y escucho una piedrecita
que se arroja con amor en un lago.
Entonces,
vuelvo a creer en los cambios profundos, en las revoluciones de los
humanos. Sin embargo, no creo más en la
violencia y en los actos de destrucción, que tan solo lastiman o quiebran, que
propugnan el cambio desde el dolor. No creo en aquellos actos que arraigan una
vez más su victoria en la injusticia y vuelven a recrearla una y otra vez. No creo en la violencia de las piedras que
lapidan las ventanas o las acciones que provocan ira y rabia. Ya no. Entonces,
vuelvo y creo en la transformación desde lo sencillo, en lo pequeño, pasito a
pasito. Creo en una revolución humana desde el amor. Creo en la revolución a
través del amor consciente hacia nuestros hijos.
Creo
en mi propio cambio, en el cambio interno de las personas. Creo en la capacidad
del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales, en su
potencialidad de reconocer y apostar por las modificaciones que tiene la habilidad
de experimentar. Creo en la reflexión pausada y en el
reconocimiento valiente de las fortalezas y de las carencias personales. Creo en la mujer y en el hombre observadores
y conscientes, ávidos ambos de construcción y reconstrucción. Creo en la pareja de padres que buscan un
mundo mejor para sus hijos.
Creo
en la revolución doméstica, en la transformación cotidiana, en la voluntad
materna. Creo en el poder de la crianza. Tengo el convencimiento que para criar
hace falta la ruptura de los relojes y la necesidad furibunda de mirar a los
ojos, de sentarse y respirar el olor de un pan tostado o del guiso al medio
día. Creo en la crianza con conciencia edificada
en la intimidad del hogar, en el amparo de un abrazo y la sabiduría de poder
leer una mirada o un gemido. Siento cada
día la riqueza que tiene una caricia o el poderío que tiene el pequeño acto de
tomar una pequeña mano para guiarla y para hacerle sentir que su vida es mi proyecto
primordial.
Creo
en la capacidad intrínseca que tenemos hombres y mujeres de nutrir, ya sea
emocional o fisicamente. Creo que este simple hecho implica aprender a despojase de las propias necesidades y deseos
y que no se derrumba nada por ello. Creo en la prudencia de la vida sabia de
poner los propios anhelos a distancia, para apreciarlos mejor, para que tomen
otras formas. Creo en la soberanía que implica dar un paso hacia una nueva vida
y en la reconstrucción de la propia con más flores, más color, dando paso a la importancia
que tienen las situaciones sencillas. Creo en la verdad de cada respiro
conectado honesto y humildemente con la risa de la familia.
Creo
en la revolución amorosa y llena de vínculos, en los lazos de la lactancia, en
la crianza con presencia y calor corporal, con cariño, con atención y con
respeto. Creo que esa revolución se
lleva a cabo en el seno del hogar, en las almohadas, en las ollas, en las
teteras y en los tejidos. Creo en la
revolución del calor de las manos cocinando. Creo en la revolución que defiende
y lucha desde los espacios íntimos, desde el silencio, desde los pequeños actos
de intercambio humano, desde la paz del olor a estofado o desde la alegría porque
la tetera hierve. Me convenzo de que las madres y padres que decidimos nutrir,
alimentar, sanar, atender, escuchar, esperar, replantear con apertura y
receptividad las verdaderas necesidades de nuestros hijos, tenemos el poder
inmenso de cambiar sistemas laborales rígidos, horarios inflexibles e
irremediables, sistemas de crianza negros con arraigos en la violencia. Creo en
el giro importante de mirar a los niños con integridad y fortalecer el lazo
afectivo de este mundo.
Creo
que la construcción de la autoestima de un niño radica en el compromiso, en la
atención de sus necesidades. Creo en la facultad que nos otorga sentirnos
valorados, amados por lo que somos, alentados, apoyados y ayudados. Creo en el
poder un abrazo y un beso dado con calor y con amor puro. Creo que cada niño
puede ser criado de esa forma. Tengo la profunda convicción que cada niño
contenido formara una sociedad distinta, que a su vez criará niños más amados,
compasivos, seguros y felices. Creo en
la revolución de la piedrecilla amorosa que se arroja a un lago, cuyo impacto
se expande en anillos concéntricos, y cada anillo en su onda expansiva va
modificando las creencias y el modo que hacemos las cosas en nuestra
cotidianidad.
Creo como tu Paulina, mil gracias por este profundo post.
ResponderEliminarGracias a ti Liliana por tu visita!! Un abrazo y a seguir creyendo y luchando!! :)
EliminarEstoy 100% de acuerdo con vos,pienso y hago lo posible por criar a mis hijas yo, estando, entendiendo, ocupándome, preguntando, averiguando pero a veces me siento muy lejos de la realidad,me siento lejos de la mayoría, me siento que soy la única y me re planteo si esta bien,y hasta que punto me relego como persona.Pero la respuesta siempre es la misma, nací para ser madre de mis hijas, cometí mil errores pero me enseñaron tanto que se los agradezco.
ResponderEliminarVendré seguido por acá.
Te cuento que yo también tenia un sitio que se llamaba mamatodoeldia.com que deje de escribir pero que todavía esta online si queres leer como pienso.Te dejo un saludo.Br.
Hola querida Br: Es verdad, uno a veces se siente muy sola, porque es algo así como un bicho raro en esta realidad, y es lamentable sentir que las mujeres que sienten que ser madre es su razón de vida sean extrañas, pero en este mundo que va patas pa'arriba, lo raro es lo que va bien!! Te agradezco mucho el comentario, y sabes busqué tu página, pero no la pude encontrar, si me envías de nuevo la url quizás me sea más fácil, porque la verdad estoy segura que me encantará tu página!! Te envío un abrazo muy muy grande!!!
EliminarHola de nuevo soy Brenda (Br) y sí algo pasó con la página y se cayó debe ser que como no escribo quedó inactiva, no sé aunque se´que pagué x éstos últimos 6 meses, en fin.
ResponderEliminarSigo leyendo tus posts y me sigo identificando,muchas de las cosas que contás me pasaron como madre, y ahora que puedo ver un poco más la luz, ya que mis nenas crecieron un poco (7 y 11) analizo más las cosas y creo que no lo hice tan mal a pesar de haber estado dormida, cansada y obnuvilada de amor en aquellos primeros años de madre.Te mando mis más sinceros saludos.Bre.
Gracias Brenda! Es bueno reconocerse en tantas otras mujeres, y tomar conciencia de que las pequeñas o grandes cosas que le ocurren a uno como madre le ocurren a tantas madres en el mundo! Es como que estamos tan conectadas! Me gusta ese amor de madre... Un abrazo para ti y gracias por tu visita!
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